IDEAL.ES
Conseguir que nuestros hijos compartan o que recojan sus juguetes son tareas que hay que inculcar desde bien pronto, pero con progresión y sin desistir cuando se encabezone
Es una de las tareas más complicadas con los hijos, que no se circunscribe a ninguna edad concreta, ni termina, pues es un proceso permanente. Que los niños rompan con el egoísmo es algo realmente duro. Está especialmente acusado con los pequeños de padres primerizos que, como es normal, habrán centrado sus atenciones desde el nacimiento en esa personita, consintiéndole prácticamente todo. Si encima se ha criado alejado de familiares de su edad o de amiguitos, o bien no se ha integrado pronto en la guardería, el impacto que supondrá para él la tarea de compartir con otras criaturas será alto. Pero desde muy pronto hay que iniciar un ciclo educativo que le acabe llevando por el buen camino. Unos serán más cabezones que otros, pero lo que no se puede es desistir. Tampoco violentarse, como es lógico.
Ante esta situación, hay que tomar cartas en el asunto dependiendo del tiempo que tenga. Con menos de tres años, no habría que forzar nada. Lo lógico es ir estableciendo una serie de reglas para crear conciencia, pero entendiendo que su comprensión todavía no es lo suficientemente alta. Han de ir viendo qué es suyo y qué no lo es. También, que las cosas se pueden intercambiar para luego recuperarse. Que los juguetes tienen que recogerse una vez que se termina la hora de esparcimiento. También hay que inculcarles la paciencia. Que sepan esperar hasta que les toque algo. Una gran oportunidad es cuando se celebre algo con más niños.
Ante cualquier hostilidad por su parte, los padres han de mantenerse firmes, tener un discurso único, no alterarse pero tampoco mostrarse permeable a sus llantos. El niño va a llorar, gritar, patalear... pero hay que soportarlo si se quieren ir superando estas etapas. Al igual que hay que ser firmes ante su negativa, luego hay que alabarle con claridad cuando cumple el requerimiento. Aplaudirle, cantarle, abrazarle... Hacerle sentir que lo que ha hecho está bien y que cuando responde, se le gratifica.
Como siempre, es necesario predicar con el ejemplo. En casa tendrán que ver que sus padres o familiares comparten, que no discuten por cuestiones de este tipo. Ante cualquier cerrazón del pequeño, no hace falta cabrearse como él, descendiendo a su nivel. Mantener la calma y conservar un mensaje estable y nítido nos darán fuerza ante su actitud. No estar repitiéndoselo constantemente.
Paciencia, insistencia y mucho cariño son al final las mejores estrategias si no se quiere fracasar en el intento, pero mejor soportar pequeñas crisis ahora que no dejarle a la deriva y el problema explote definitivamente cuando sea adolescente.
Comentarios
Publicar un comentario